sábado, 2 de agosto de 2008

EL ANIMAL MORAL

EL ANIMAL MORAL (I)

Los seres humanos hemos desarrollado una gran cantidad de códigos y de normas morales. Estos códigos y normas han sido muy diferentes según en qué sociedades y en qué momentos se hayan creado. Pero hay algo que permanece: la necesidad que tenemos de ellos los seres humanos independientemente de la cultura, religión o sociedad en que estemos inmersos. La persistencia de esta necesidad nos lleva a buscar su causa más allá de la misma historia, más allá de la organización social, en la misma conformación biológica de la especie humana.

ANIMALES DE DISTINTO PELAJE

El ser humano es un animal. Podemos ubicarlo dentro de la clasificación de los tipos de animales y reconocer en él gran cantidad de características compartidas con otros animales que ocupan lugares cercanos en dicha clasificación. El ser humano es un primate y, como tal, posee capacidades físicas y estructuras de comportamiento que le permiten sobrevivir relacionándose con la realidad que le rodea. Su estructura biológica hace posible su supervivencia, pero también delimita la manera concreta en que ésta puede producirse.

ACTIVIDAD 1: Busca información sobre el lugar que ocupa el ser humano en la clasificación de los animales y las características que tiene por ocupar ese lugar.

Cuando analizamos la conducta de los animales nos encontramos con patrones de acción fijos frente a las diversas situaciones en que se pueden encontrar. Dependiendo de la complejidad del animal y de su nivel de desarrollo, estos patrones son más o menos complicados y más o menos previsibles, pero tienen algo en común: la especialización. Los animales en general tienden a adaptarse a las situaciones en que se encuentran especializando y automatizando sus pautas de comportamiento y su estructura física. El proceso por el que se produce esta especialización es conocido como evolución, y se suele explicar por medio de la selección natural por la supervivencia de los más aptos o mejor adaptados al medio.

El resultado de este proceso es un tipo de conducta caracterizada por el ajuste al medio: una continuidad entre la situación real y la conducta del animal. Así, por ejemplo, el animal hambriento, ante la presencia de diferentes estímulos, reconoce como comida sólo aquellos que la especialización propia de su especie le ha llevado a considerar como tal. Y no sólo eso, ante un estímulo reconocido como comida, el animal hambriento desarrollará una estrategia de caza o recolección específica. La especialización permite a los animales sobrevivir en las condiciones para las que están especializados, pero limita las condiciones ambientales para las que el animal está preparado.

Por otra parte, hay animales cuyo proceso de ajuste al medio no consiste en la especialización, sino en la versatilidad. Estos animales buscan la eficiencia en la supervivencia variando de estrategia según el tipo de situación al que se enfrentan, gracias a lo cual evitan las limitaciones de la especialización. Las respuestas de estos animales son más flexibles y sus hábitos varían dependiendo de las zonas y los grupos en que se encuentran. Un ejemplo de este tipo de animales es el chimpancé, que elabora distintas soluciones a los mismos problemas de supervivencia, los comunica a sus congéneres y es capaz de aprender los de chimpancés traídos de otras zonas. El ajuste al medio de los animales no especialistas es menor, pero no debemos confundir esta característica con una independencia total del medio. Los animales de este tipo también parten en su proceso de adaptación de un comportamiento ajustado. Es cierto que existe flexibilidad en ese ajuste, pero no libertad o distanciamiento del medio.

En el ser humano la no especialización y la versatilidad de respuesta ante el medio es enorme. Es cierto que también en él existen mecanismos de respuesta automáticos parecidos a los de los animales en general (agresividad, acecho, huida...), pero estos toman formas muy diversas, a veces derivadas del grupo humano del que forman parte los individuos, a veces originales, innovadoras y autónomas. Esta caracterización como experto de la no especialización es la que ha llevado a diferenciar al ser humano del resto de los animales y a considerarlo como un ser que de alguna manera se despega de la animalidad. Es esto lo que se ha querido indicar definiendo al ser humano como animal racional, animal superior o animal social. Aunque estas definiciones deben tomarse de un modo relativo: no podemos afirmar de un modo terminante que el ser humano sea el único animal capaz de relaciones grupales organizadas, respuestas flexibles ante el medio y conocimiento. La diferencia parece estar en el grado y complejidad en que posee estas cualidades en relación a los otros animales, incluso a los considerados más cercanos a él.

En este sentido se dice que el animal está ajustado al medio, reaccionando de forma instintiva a los estímulos del mismo, mientras que el ser humano está abierto al mundo. Con este concepto de apertura lo que se destaca es la capacidad propiamente humana de considerar la situación y el medio, comprenderlos según un sistema de significados o conocimientos y, finalmente, elegir o inventar la respuesta que se considera más apropiada.

ACTIVIDAD 2: Pon un ejemplo de una respuesta especializada al cambio de clima de las estaciones y un ejemplo de respuesta no especializada.

Fuente: PORTILLO F. Carlos. (2005). “El animal moral I”. Consultado el 02 de agosto del 2008, de
http://ficus.pntic.mec.es/~cprf0002/nos_hace/animalmo.html

EL ANIMAL MORAL (II)

LO HUMANO, BASE DE LA MORAL

En la idea de apertura está la base de lo humano: considerar las posibilidades que nos ofrece el entorno, comprenderlas, compararlas y tomar una decisión que guíe nuestra acción. Todo esto quiere decir que lo que para el resto de los animales es medio, conjunto de estímulos ante los que se reacciona automáticamente, para el ser humano es otra cosa, ante la cual no siempre reaccionamos de un modo inmediato. A esta otra cosa la llamamos realidad o mundo. El ser humano percibe las cosas, como el resto de los animales, como medios de satisfacer sus necesidades de un modo inmediato, pero también considera todos los elementos del medio como cosas diferentes de él mismo, con significado propio. Esta distancia, esta percepción de que las cosas no son sólo medios u obstáculos para la satisfacción de las necesidades propias, es lo que define la apertura. El ser humano, de este modo, al considerar las cosas como realidades independientes, se abre a ellas y las puede conocer.

ACTIVIDAD 3: ¿Qué es lo que diferencia el medio de la realidad o mundo? Imagina a un ser humano y a un zorro mirando unas perdices en una pradera con una laguna y algunos arbustos. Confecciona con algún compañero o compañera una tabla en la que aparezcan los elementos físicos que pueden ver en la escena y el significado que puedan tener para cada uno.

El distanciamiento de las cosas da al ser humano la posibilidad de relacionarse con ellas de muchas maneras. Al comprender las cosas, el ser humano es capaz de captar en ellas posibilidades que ningún otro animal parece poder atisbar. Estas posibilidades abren el camino a la elección: al no estar ajustado al medio, el ser humano necesita elegir cómo va a actuar de acuerdo a las posibilidades que percibe.

La necesidad de elegir a la que se enfrenta el ser humano es la base de lo que llamamos moral. Si no pudiéramos elegir, ésta no existiría. De ella se deriva la necesidad de explicar y justificar las propias elecciones. No nos estamos refiriendo a una justificación pública ante ninguna autoridad, sino a algo mucho más íntimo y constitutivo de cada individuo: el ser humano necesita entender sus acciones, y las entiende poniéndolas en relación con los significados que usa para entender el mundo. El ajuste al medio que se producía en las acciones del resto de los animales automáticamente se produce en las acciones humanas por medio de la explicación, de la justificación.

La necesidad de justificación surge de la misma fuente que la necesidad de elegir. Como el ser humano puede conocer las cosas, saber cómo funcionan, también puede conocerse, en cierta medida, a sí mismo y a sus acciones. De la misma manera que explica el mundo y relaciona las acciones de unas cosas y sus consecuencias sobre otras, comprende que sus acciones provocan determinados efectos en las cosas que lo rodean y en los otros seres humanos. Esta comprensión produce la idea de responsabilidad con la realidad. Esto quiere decir conciencia de que los actos que realizamos tienen consecuencias reales en el mundo, y de que esas consecuencias pueden ser positivas o negativas para nosotros y para el resto de lo real.

ACTIVIDAD 4: Como ya sabes, el ser humano era en el origen carroñero, cazador y recolector. ¿Tiene algo que ver la conciencia de las consecuencias con su evolución hacia la ganadería y la agricultura? Justifica tu respuesta.

La moral surge como un intento de ajustar el comportamiento humano a la realidad. En este sentido, como los seres humanos no respondemos automáticamente a los estímulos del medio, como podemos y tenemos que elegir qué hacer ante cada situación, todos los seres humanos somos morales -es decir, todos necesitamos justificar y entender nuestras acciones-. A esta capacidad de elegir y a esta necesidad de justificar es a lo que llamamos estructura moral. A partir de este nivel estructural de la moral, común a todo ser humano, surgen las distintas respuestas que se han dado a lo largo de la existencia de la especie humana al problema moral, las distintas justificaciones o explicaciones del comportamiento propio y el ajeno. Estas respuestas, formadas por las reglas y códigos de comportamiento que se han dado a lo largo de la historia, constituyen los contenidos morales.

La estructura moral es universal, común a todos los seres humanos, ya que todos necesitamos explicarnos y justificarnos; sin embargo, los contenidos morales son variados, diversos, y están relacionados con las épocas, las culturas y el desarrollo de cada individuo, ya que lo que se considera una buena razón para actuar, elegir, etc. varía de una cultura a otra, de un tiempo a otro, de un individuo a otro. La estructura moral depende, como hemos dicho, del conocimiento y de la libertad. Para aprender más sobre el ser humano como animal moral hemos de considerar ambos aspectos.

Fuente: Ídem. http://ficus.pntic.mec.es/~cprf0002/nos_hace/animalmo2.html

CONCIENCIA MORAL

Los actos morales, como actos que son, están orientados hacia el exterior, la realidad, el mundo, los demás. Pero, por ser morales, tienen un aspecto interno, que es el que hace que sean valorables. No podemos olvidar que somos morales porque sabemos que podemos elegir, porque sentimos que tenemos posibilidad de seguir caminos diferentes en nuestra vida, porque nos damos cuenta de que nuestras acciones tienen consecuencias. La conciencia de estas consecuencias es la base del aspecto interno de la moral, en ella está el origen de la valoración de nuestros actos, nuestros hábitos o nuestro modo de vida. Pero la conciencia moral es también conciencia de la libertad, conciencia de que no todas las posibilidades de elección son igualmente valiosas. Por eso es especialmente importante plantearnos qué es y como funciona. La misma palabra que usamos para referirnos a ella ya nos da una pista: estar consciente significa darse cuenta de lo que ocurre alrededor. La conciencia es una forma de conocimiento o de percepción. La conciencia moral es con lo que nos damos cuenta de lo que vale, de lo que merece la pena para la vida, de lo que es bueno -o bien, de lo que no merece la pena, de lo malo, de lo que hay que evitar-.

Hipótesis sobre el funcionamiento de la conciencia moral.

Al definir la conciencia como un tipo de conocimiento o de percepción estamos reconociendo que es una realidad compleja. Cuando valoramos una acción realizada o por realizar, la conciencia moral puede actuar de maneras diferentes: podemos sentir que lo que hemos hecho o vamos a hacer está bien o mal, sin saber exactamente por qué; podemos también analizar las consecuencias reales o posibles de nuestra acción y su conveniencia; podemos recurrir a pensar en normas previamente aceptadas para enjuiciar la acción... A lo largo de la historia, distintas corrientes de pensamiento sobre la moral han dado mayor importancia a alguno de estos modos de actuación de la conciencia moral.

El intelectualismo moral, por ejemplo, considera la conciencia moral como el conocimiento de lo que es bueno y lo que es malo. Se produce en él una identificación entre el bien y el conocimiento, por una parte, y el mal y la ignorancia por otra. En consecuencia, según el mismo, sólo obramos mal porque creemos, en nuestra ignorancia, que ese mal que hacemos es un bien para nosotros. La manera de conseguir actuar correctamente será, pues, educar a nuestra razón en los principios de la moral para que no pueda llevarnos a valoraciones incorrectas sobre la bondad o maldad de las cosas y las acciones.

El emotivismo, por el contrario, es el planteamiento de la conciencia moral como sentimiento. Según los emotivistas, por medio de la razón sólo podemos llegar a comprender lo útil o lo conveniente para determinados fines, pero no si algo es bueno o malo. La bondad o maldad de actos, palabras, etc. se siente, no se conoce racionalmente. Los juicios morales, para los emotivistas, no son más que medios para comunicar esos sentimientos y para intentar convencer a los demás de su validez.

El intuicionismo tampoco considera que la razón sirva para determinar la maldad o la bondad de las acciones y las cosas: la conciencia moral, según los intuicionistas, percibe directamente lo bueno y lo malo. Puesto que el bien no es una cualidad natural -como el color-, no puede percibirse por medio de los sentidos físicos. Esto hace que los intuicionistas vean la conciencia moral como un sentido moral -intuición moral- que percibe directamente la bondad o maldad de las cosas y las acciones, sin intervención de los sentidos físicos ni del razonamiento.

El intuicionismo y el emotivismo niegan que la razón sea el componente fundamental de la conciencia moral, aunque desde posturas muy diferentes. El intuicionismo considera que el bien y el mal están en las cosas y las acciones, son cualidades reales que percibimos. El emotivismo, por el contrario, sostiene que son sentimientos que provocan esas acciones y cosas en nosotros; sentimientos que pueden variar de una persona a otra y son objeto de discusión.

Los prescriptivistas, en cambio, consideran que la moral se basa en el carácter prescriptivo (imperativo) de sus juicios. La conciencia moral, según estos autores, asiente o rechaza los mandatos que presentan los juicios morales. La manera de demostrar el asentimiento a lo que dice una norma es cumplirla, la de demostrar el rechazo, no cumplirla.

Todas estas teorías destacan aspectos parciales de la realidad total que es la conciencia moral. Ésta se compone tanto de razonamientos y juicios como de sentimientos, intuiciones o mandatos.

ACTIVIDAD 1: Discute con tu grupo de trabajo en qué os basáis para valorar moralmente las acciones o conductas de las personas que os rodean (sentimientos, adecuación a las normas, etc).

El origen de la conciencia moral.

La consideración del origen de la conciencia moral puede ayudarnos a comprender mejor su naturaleza y su funcionamiento. Acerca de este tema también se han desarrollado distintas opiniones a lo largo de la historia.

En primer lugar, desde la creencia en lo sobrenatural, se ha considerado la conciencia moral como una expresión de la ley divina. En el ámbito cristiano medieval, por ejemplo, se consideraba que Dios ha dado la conciencia moral al ser humano para que pueda reconocer la ley natural, que es el desarrollo de la ley de Dios en este mundo. No vamos a discutir este tipo de opinión, ya que depende de la creencia previa en alguna realidad sobrenatural, lo cual queda fuera del ámbito de una discusión racional.

Por otra parte, desde posturas naturalistas, se ha defendido a veces que la conciencia moral es una capacidad innata de tipo racional que nos permite decidir sobre lo bueno y lo malo. Desde este tipo de posturas también se ha defendido que es innata, pero no racional, sino una especie de sensibilidad o de capacidad perceptiva para el bien y el mal.

Por último, desde distintos enfoques, se ha considerado que la conciencia moral se adquiere. Según estas teorías, la tomamos del entorno en que nos hemos desarrollado. Los valores dominantes en los distintos grupos sociales en que nos movemos afectan a nuestro modo de valorar las cosas y las acciones. A lo largo de nuestra vida, esta conciencia irá desarrollándose y variando, aunque lo fundamental de la misma se adquiere en la infancia y la adolescencia.

ACTIVIDAD 2: ¿Cuál de las posturas descritas sobre el origen de la conciencia moral te parece más convincente? ¿Por qué?

La cuestión del origen de la conciencia moral es muy importante, ya que la respuesta que propongamos a la misma afectará directamente a los contenidos que podemos considerar adecuados para esta conciencia: a lo que podemos considerar bueno o malo, a los criterios que usemos para valorar y a las normas que guíen nuestras acciones. Por eso vamos a profundizar más en ella prestando atención a lo que no consideramos un origen válido de la conciencia moral (crítica a los determinismos) y a los factores que influyen en la constitución de la conciencia moral y sus contenidos.

Fuente: Ídem.
http://ficus.pntic.mec.es/~cprf0002/nos_hace/concienc.html
LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD

Usamos la palabra libertad en muchas ocasiones:

- "Mis padres no me dan libertad".
- "Háblame con toda libertad".
- "Necesito más libertad".
- "Tienen demasiada libertad".
- "La independencia económica da la libertad".
- "El delincuente ha sido puesto en libertad"...

Solemos considerar la libertad como la posibilidad de actuar según la propia voluntad o las propias apetencias. Normalmente se quiere decir con esto que nadie se opone a que actuemos del modo en que lo hacemos. No solemos sentir como falta de libertad la imposibilidad de andar durante horas por el fondo del mar o de pasear entre los ríos de lava de un volcán. Es más, se suele decir que somos libres para intentarlo y sufrir las consecuencias.

En el sentido anterior, la libertad se define como algo negativo, es decir, como ausencia de algo. Es el sentido que se deriva de frases como esta: "puedes irte, nadie te lo impide, eres libre". Pero la libertad, ¿es nada más que eso? Muchos pensadores han sostenido lo contrario, y definen un segundo sentido de libertad, positivo, que es el de libertad para hacer esto o aquello.

Algunas personas se oponen a esta distinción argumentando: "¿No es lo mismo que hemos dicho antes? Si nada nos lo impide, podemos escoger libremente entre esto o aquello." Parece lo mismo a simple vista, pero, en realidad no lo es. La libertad, en sentido positivo, es libertad de elección. Pero no somos libres de elegir cuando no conocemos las posibles consecuencias de aquello que elegimos. Tampoco elegimos libremente cuando nos dejamos llevar por el miedo, la moda, las costumbres o los caprichos en nuestras elecciones.

ACTIVIDAD 1: Discute con tu grupo si son libres las siguientes personas y por qué: un drogadicto, un soldado que cumple órdenes, un miembro de una secta religiosa, un diputado sometido a disciplina de voto por su partido político. Elaborad un informe de vuestras conclusiones justificando vuestras respuestas.

Podemos afirmar, a partir de la consideración de estos dos tipos de libertad que hemos citado, que la libertad consiste en la combinación de la autonomía y la responsabilidad.

Autonomía se refiere a la regulación de la conducta por normas que surgen del propio individuo. Autónomo es todo aquél que decide conscientemente qué reglas son las que van a guiar su comportamiento. Considerar la propia libertad como autonomía implica, por tanto, considerarla no sólo en su sentido negativo de falta de coacción -nadie me impone las reglas desde el exterior-, sino también en su sentido positivo -sé lo que hago, no me dejo llevar por la rutina, la costumbre, el capricho, lo bien visto o la imagen que me gustaría dar ante los demás-.

Tener autonomía quiere decir ser capaz de hacer lo que uno cree que se debe hacer, pero no sólo eso. También significa ser capaz de analizar lo que creemos que debemos hacer y considerar si de verdad debe hacerse o si nos estamos engañando. Somos autónomos cuando somos razonables y consideramos qué debemos hacer con todos los datos a nuestra disposición. Dicho de otro modo: somos verdaderamente autónomos cuando usamos nuestra conciencia moral.

Precisamente cuando hacemos esto, nos fijamos en la conexión causal entre las acciones y los efectos que producen. La conciencia de esa conexión nos lleva al concepto de responsabilidad. Sólo cuando somos libres en el sentido positivo de la palabra -es decir, autónomos, conscientes-, nos damos cuenta de la repercusión de nuestras acciones y podemos ser responsables.

La responsabilidad tiene dos vertientes: podemos exigirla y podemos tenerla.

En el primer sentido, la autonomía que suponemos a lo demás seres humanos nos permite valorar sus acciones moralmente, ya que creemos que -como humanos- tienen conciencia y, en consecuencia, al saber lo que hacen y poder comprender las consecuencias que provoca, son responsables de ello. Si, en cambio, algo nos permite suponer que no están actuando consciente y autónomamente, no solemos considerarlos responsables.

En el segundo sentido, nos sentimos responsables de aquello que hemos hecho por propia voluntad, sabiendo lo que podía pasar si lo hacíamos. Esta es una de las causas de que el desarrollo moral de los seres humanos corra paralelo al desarrollo de sus capacidades de conocimiento. A medida que crecemos y somos capaces de entender como funciona el mundo, entendemos mejor las consecuencias de nuestras acciones y, por tanto, nos sabemos responsables de las mismas, lo aceptemos o no.

ACTIVIDAD 2: Discute con tu grupo de trabajo para luego poner en común vuestras conclusiones con el resto de la clase: ¿es menos responsable un carcelero que tortura a los prisioneros a su cargo si lo hace cumpliendo órdenes?

Fuente: Ídem.
http://ficus.pntic.mec.es/~cprf0002/nos_hace/libresp.html

EL ACTO MORAL

No tiene sentido aplicar normas morales a las cosas que sólo pueden suceder de una manera. No podemos decir que el fuego es malo, sino que quema; que el agua es buena cuando riega y mala cuando inunda, sino que nos beneficia o nos perjudica; que el hongo productor de la penicilina es bueno y el virus del SIDA es moralmente malo, sino que sus estructuras y funcionamiento biológicos tienen consecuencias buenas o malas para nosotros. Es cierto que usamos estas expresiones habitualmente, pero lo hacemos en un sentido figurado. Ni el fuego, ni el agua, ni la penicilina, ni el virus del SIDA pueden actuar de un modo diferente al modo en que lo hacen en cada caso concreto. La imposibilidad de elegir modos de actuación diferentes hace imposible valorar estos objetos desde el punto de vista moral. Sin embargo, sabemos que los seres humanos somos capaces de actuar de muchas formas ante cada situación y que, por eso, nuestros actos son valorables moralmente. ¿Es todo lo humano valorable moralmente? Algunos autores han distinguido, intentando ser coherentes con lo dicho en el párrafo anterior, entre actos humanos y actos del hombre. Los actos del hombre son aquellos que no tienen significado moral, los que no podemos elegir -respirar, hacer la digestión y cosas por el estilo-. Los actos humanos son aquellos que podemos o no escoger. Pues bien, actos propiamente morales son sólo estos últimos.

ACTIVIDAD 1: Compara las acciones de un ladrón de joyas y una urraca (un pájaro de la familia de los cuervos que tiene la costumbre de llevar a su nido todos los objetos brillantes que encuentra). ¿Podemos valorarlas de la misma manera? ¿Por qué?

Los actos morales son actos humanos, voluntarios, que podemos elegir realizar o no, y que podemos valorar según las normas y criterios morales que hayamos asumido previamente. Ante la posibilidad de elegir, el primer elemento de estos actos que se nos muestra es la existencia de un motivo para los mismos. El motivo es la causa directa de la realización del acto, la respuesta a la pregunta '¿por qué?'. Además, este tipo de actos tiene un fin, esto es, la representación o anticipación mental del resultado que se pretende alcanzar con la acción. El fin se hallaría respondiendo a la pregunta '¿para qué?' Pero la finalidad que se pretende conseguir con cualquiera de estos actos ha de conseguirse de algún modo. Cuando hablamos de los pasos que hay que seguir necesariamente para completar el acto moral, para conseguir el fin propuesto, estamos hablando de los medios. Estos se hallan respondiendo a la pregunta '¿cómo?' El elemento que completa la estructura de los actos morales es el resultado efectivo de los mismos, sus consecuencias.

Podemos distinguir entre motivos conscientes y motivos inconscientes. Los primeros los pensamos antes de que nos hagan actuar. De los segundos no tenemos esta representación previa a la actuación: pueden ser derivados del hábito, del capricho o de la misma biología del ser humano, pero también pueden ser aquellos que no nos atrevemos a reconocer ni ante nosotros mismos, y que ocultamos tras de otros más dignos que los justifican -a veces, por envidia o celos, atacamos a otras personas, y lo hacemos convencidos de que éstas actúan mal y deben ser reprendidas-. Contrariamente a lo que pudiera parecer, la inconsciencia de los motivos no anula totalmente el carácter moral de un acto humano.

Aunque a veces puedan confundirse, los motivos y los fines no son lo mismo. El fin de una acción es la representación anticipada de sus consecuencias, lo que se pretende conseguir con dicha acción. En este sentido, es un elemento fundamental para la valoración moral de la misma. Dependiendo de que la finalidad de nuestros actos, nuestra intención, sea buena o mala, así serán también los mismos.

ACTIVIDAD 2: Intenta establecer los motivos y los fines por los que pudieron manifestarse millones de personas contra la invasión de Irak por Estados Unidos en el año 2003.

Por otra parte, no basta con la intención. Nuestras acciones se desarrollan en la realidad y, por tanto, dependen de la utilización de unos medios y producen unas consecuencias. La elección de los medios adecuados para la consecución de nuestros fines es fundamental para la valoración moral de nuestras acciones. Podemos afirmar que el fin no justifica los medios y, en este sentido valorar negativamente toda acción que utilice malos medios.

ACTIVIDAD 3: Haz un breve informe para iniciar un debate con los argumentos que usarías para justificar tu respuesta a la siguiente cuestión: "¿es justificable utilizar la violencia como medio para obtener algo?"

Las consecuencias reales de nuestras acciones son también muy importantes para valorarlas moralmente. Como seres con conciencia podemos prever en gran medida estas consecuencias y, al menos, estamos obligados a intentarlo. Por ejemplo: cuando nos excusamos por alguna acción culpando a otra persona esto influye sobre su reputación, cuando dejamos el grifo abierto mientras nos cepillamos los dientes estamos tirando unos cuantos litros de agua potable a las alcantarillas, cuando recogemos el agua del suelo del cuarto de baño después de ducharnos evitamos que otra persona tenga que hacerlo...

La conciencia de las posibles consecuencias de nuestros actos es importante para la valoración moral de los mismos, pero la ignorancia de éstas no siempre nos exime de toda responsabilidad. A veces es imposible prever determinadas consecuencias de algunas acciones, pero, en general, no sólo es posible sino que estamos obligados a conocerlas. Por ejemplo, si una persona está tomando medicamentos, debe informarse sobre los efectos de los mismos y sobre los alimentos y bebidas que no puede consumir mientras los toma. La ignorancia de esos efectos e incompatibilidades no hace que la persona sea menos responsable de las consecuencias de ignorarlos. Sin embargo, el camarero de un restaurante no es responsable del daño que pueda sufrir esa misma persona por tomar algunos de esos alimentos y bebidas incompatibles con su medicación.

ACTIVIDAD 4: Confecciona, junto con tu grupo de trabajo, una lista de situaciones en las que estamos obligados a conocer las posibles consecuencias de nuestros actos, (por ejemplo: beber alcohol cuando se va a conducir).

Fuente: Ídem.
http://ficus.pntic.mec.es/~cprf0002/nos_hace/actomor.html

CRÍTICA DE LOS DETERMINISMOS

Los contenidos morales, la conciencia moral, según las teorías naturalistas (innatistas o no) parecerían estar sometidas a una triple determinación por parte de la realidad:

Para comenzar, el ser humano es un animal con unas estructuras biológicas que le imponen unos mecanismos de respuesta ante los estímulos del medio.

Además, aunque estos mecanismos son flexibles, dependen del desarrollo de las estructuras psicológicas de los individuos.

Por último, la flexibilidad de las pautas de comportamiento humano está limitada por la pertenencia a una sociedad concreta en un momento histórico determinado.
Fijándonos en todo esto podemos llegar a pensar que la conducta humana -y las normas y principios por los que se guía- están determinados, prefijados, y podemos variarlos tanto como podemos variar el funcionamiento de nuestro sistema digestivo.

Si este determinismo de la conducta humana fuese cierto, sería absurdo hablar de moral y la ética -reflexión sobre la moral y la acción humana- también carecería de sentido. Sin embargo, no podemos olvidar que el ser humano es capaz de ir más allá de la realidad, es capaz de trascender lo que es. La moral surge de esta capacidad y, por eso, no trata de lo que es, sino de lo que debe ser -de los proyectos, obligaciones, planes, intenciones, etc. que asumimos libremente-, aunque se concreta en la realidad, el mundo, lo que es.

ACTIVIDAD 1: Discute con tu grupo de trabajo: ¿puede deducirse lo que debe ser de lo que es?

Los seres humanos, aunque podamos proyectar modos de vida diferentes, aunque podamos considerar que nuestras tendencias naturales deben ser controladas, no podemos dejar de ser lo que somos: animales inteligentes que vivimos en sociedad. Por eso debemos considerar el problema del determinismo y no simplemente negarlo. Para ello vamos a desarrollar tres críticas:

Y Crítica del determinismo biológico.
Y Crítica del determinismo psicológico.
Y Crítica del determinismo social.

ACTIVIDAD 2: Comenta las siguientes frases: "no podía hacer otra cosa", "es que tiene un pronto, hay que disculparlo", "esto siempre se ha hecho así", "no puede ser de otra manera", "es que los hombres no pueden contenerse". Explica con que determinismo puede relacionarse cada una y qué tipo de disculpa proponen para las acciones realizadas.

Una vez superada la tentación de hacer depender la moral de lo que es, lo que existe, lo que está fijado, lo determinado, nos enfrentamos al verdadero problema: ¿cómo se sabe lo que debe ser? La existencia de la moral depende de la posibilidad de elegir y de la conciencia que tenemos de las consecuencias de nuestras elecciones. Esto es tanto como decir que la moral depende de nuestra capacidad de conocer el medio y convertirlo en mundo, realidad, sociedad. Al conocimiento de la realidad y de las consecuencias de nuestros actos le acompaña la conciencia de la necesidad de tener cuidado con lo que se hace. Precisamente esta conciencia es la base de la moral: no todo vale igual, hay acciones mejores y peores, hay cosas que queremos y cosas que no queremos. Cuando intentamos generalizar este querer o no querer, esta clasificación de las cosas y las acciones según valgan más o menos, comenzamos a hablar de lo que debe ser.

El problema de la moral se convierte entonces en justificar esta elección, este valor que atribuimos a las cosas y las acciones, este deber ser que proponemos. La moral, en cuanto que supone una elección y la justificación de unas preferencias, es algo personal, individual. Lo que debe ser, en cuanto formulación impersonal, tiene una exigencia de universalidad. Por esto mismo tienen tanto atractivo para algunas personas las teorías que proponen una moral derivada de principios externos al mismo individuo, por su facilidad de justificación: esto debe ser así porque es lo natural, porque es la Ley de Dios, porque la sociedad así lo establece... Sin embargo hemos de recordar cuál es el origen de la moral: la posibilidad de elegir, valorar y justificar. Si las justificaciones de nuestras acciones son externas a nosotros, no son morales, podrán ser explicaciones biológicas, justificaciones religiosas, obligaciones legales..., pero no justificaciones morales.

Lo que está claro, una vez que eliminamos la tentación de refugiarnos en explicaciones deterministas, es que hay distintos factores que influyen en la constitución de la conciencia moral y de sus contenidos, y que debemos tenerlos en cuenta para comprender mejor el origen y el funcionamiento de la moral.

Fuente: Ídem.
http://ficus.pntic.mec.es/~cprf0002/nos_hace/determin.html

FACTORES QUE INFLUYEN EN LA CONSTITUCIÓN DE
LA CONCIENCIA MORAL Y SUS CONTENIDOS
(I: LA HERENCIA GENÉTICA, EL APRENDIZAJE Y EL DESARROLLO PSICOLÓGICO)

Aunque no estamos determinados moralmente, ni por la biología, ni por nuestra psicología, ni por la sociedad en la que vivimos, la moral, tanto en su estructura como en sus contenidos, depende en cierta medida de estos factores. Vamos ahora a considerar en qué medida influyen sobre la misma:

Y La herencia genética.
Y El desarrollo psicológico.
Y La sociedad.
Y La historia.

El papel de la herencia genética se reduce a la transmisión de la estructura moral y de los mecanismos psicobiológicos del conocimiento y la regulación de acciones. Estos son, en gran medida, formales, es decir, se pueden rellenar con diferentes contenidos que deben extraerse de alguna otra fuente. La participación en la vida de un grupo social determinado proporciona estos contenidos. Pero no podemos olvidar que la acción humana está referida a la realidad, y esta referencia hace que los tipos de acción adecuados cambien cuando la realidad cambia. Las sociedades humanas crecen o se extinguen, compiten entre sí o se funden, se modifican en su contacto unas con otras a lo largo del tiempo. Estos cambios producen modificaciones en las conductas aceptadas por los distintos grupos humanos. De este modo, la historia completa el cuadro de los factores necesarios para explicar la adquisición de los contenidos morales.

Este carácter de transmisión genética de las estructuras y no de los contenidos no es exclusivo de la moral, y ni siquiera de la especie humana. La estructura básica que permite que se dé este fenómeno es la capacidad de aprendizaje. Los etólogos destacan la existencia en muchas especies animales de repertorios de conductas aprendidas, pero los seres humanos somos capaces de comportamientos aprendidos en una medida en que ningún otro animal lo es. Somos capaces de aprender a construir y usar instrumentos y herramientas complicados e inventar para ellos nuevos usos. Somos capaces de aprender lenguajes complejos que nos permiten describir situaciones, emociones y propósitos. Somos capaces, de aprender las reglas de organización del grupo en que vivimos, pensar sobre ellas y compararlas con las de otros grupos. El aprendizaje, el lenguaje y la cultura, son nuestros instrumentos de adaptación y las guías de nuestra conducta.

Esta capacidad de aprendizaje tan desarrollada se basa en la complejidad única del sistema nervioso y del cerebro humanos, que nos hace capaces del manejo de conceptos generales aplicables a situaciones parecidas entre sí. Esta base biológica permite y determina la existencia de capacidades psíquicas que, aunque forman parte integrante del repertorio de capacidades humanas transmitidas genéticamente, pueden desarrollarse de distinto modo en cada individuo. Estas capacidades son lo que de la moral se hereda, y constituyen la estructura moral. Lo demás no está en los genes y dependerá del desarrollo personal y social de cada uno de los seres humanos. A partir de esto, tenemos que aceptar que la construcción de la moral de cada persona depende en gran medida de su desarrollo psicológico. Este hecho no ha pasado inadvertido a los psicólogos, los cuales han añadido a sus teorías sobre el desarrollo cognitivo y afectivo del individuo distintas teorías sobre el desarrollo moral.

Fuente: Íbidem.
http://ficus.pntic.mec.es/~cprf0002/nos_hace/factores.html

CONTENIDOS DE LA CONCIENCIA MORAL

Las valoraciones de la conciencia moral se expresan en forma de juicios. Afirmamos o negamos que las cosas, las acciones, las situaciones son buenas o malas. Estas cosas, acciones, etc. son los objetos de la valoración moral, y el bien y el mal son las cualidades que les atribuimos. En principio, parece que los juicios morales son iguales a cualquier otro tipo de juicios que atribuya cualidades a cosas o acciones. Gramaticalmente, las frases "Fulano es bueno" y "mi coche es rojo" son equivalentes. Sin embargo, hay algo que las diferencia. El significado de rojo es definible en términos físicos, pero el de bueno no parece serlo.

En los intentos de definición del bien y del mal, la moral se enfrenta a su mayor contradicción interna. Cada cultura, cada pueblo, cada grupo social, cada familia, cada individuo tiene, de hecho, su propia interpretación de lo que está bien o mal. Por otra parte, estas interpretaciones intentan ir más allá de los individuos o grupos que las defienden, pretenden, de algún modo, ser universales, válidas para todo el mundo. Cuando decimos que matar seres humanos es malo, estamos diciendo que aquellos pueblos y aquellas personas que lo consideran bueno, justo o legítimo se equivocan. La moral de un caníbal o un defensor de la pena de muerte se opone a la que se deriva del quinto mandamiento de los judíos y los cristianos -no matarás- o a la que se expresa en el tercer artículo de la declaración de los Derechos Humanos de la ONU -todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona-.

ACTIVIDAD 1: Busca información sobre la teoría de los sofistas y la de Platón sobre la universalidad o relatividad del bien y el mal. Escribe un texto de al menos una página comparando las dos posturas.

El bien en general, y no sólo en sentido moral, se ha definido como aquello hacia lo cual tienden las personas, lo que desean, lo que necesitan. El problema aparece cuando intentamos concretar qué son esas cosas a las que, moralmente, tienden los individuos y por qué tienden hacia ellas. Dependiendo del tipo de bien que se proponga tendremos distintos tipos de moral. A lo largo de la historia del pensamiento se han propuesto varios significados para esta palabra. Autores de distintas épocas han identificado el bien con la felicidad, lo natural, lo útil, lo conveniente, lo adecuado socialmente, etc.

La definición del mal ha sido igualmente variable. El mal se ha identificado con el dolor y, en general, con lo que nos aparta del bien. Los autores que ponen el bien en lo intelectual o lo espiritual, por ejemplo, han considerado mala la sexualidad debido a la intensidad física con que las reacciones que puede provocar reclaman la atención de los individuos. Los que ponen el bien en la igualdad social, consideran malo todo lo que suponga desigualdad, etc. De hecho, la definición del mal suele derivarse de la del bien, llegando a decir algunos que el mal en realidad no existe, sino que sólo es la ausencia del bien.

¿Tienen algo en común los intentos de definición del bien y del mal que se han dado a lo largo de la historia? Podríamos decir que sí. El bien se define siempre como aquello que beneficia más al individuo o el grupo. Aquello que conviene por encima de cualquier otra cosa. Se identifica con aquello que la concepción del mundo de la que forma parte cada moral considera más valioso para el ser humano. El mal, por otra parte, se suele definir como lo nocivo, lo perjudicial, lo que no sólo no es valioso, sino que además hay que evitar...

Acabamos de decir que los seres humanos identificamos el bien con lo que es más valioso para nosotros. Según esto, el valor nos podría servir como criterio para decidir qué es bueno y qué malo. Pero, si es difícil encontrar una definición precisa y completa del bien o del mal, no lo es menos en el caso del valor.

En la ciencia económica se ha identificado el valor de una cosa con su precio. Se considera que éste es una medida de su valor. Cuanto más escasa es una mercancía, más valiosa se hace y, en consecuencia, su precio sube más. El valor de una cosa dependería de lo apreciada o deseada que fuese por los miembros de una sociedad. Si buscamos definiciones del valor que no se restrinjan a su sentido económico, nos encontramos con el mismo tipo de imprecisión que en el caso de las definiciones del bien y del mal. Lo característico del valor, nos dicen, es que vale. El valor no es un objeto, sino una cualidad que hace que los objetos sean valiosos... Las definiciones de este tipo no nos aclaran mucho: repiten lo que ya sabemos sobre el valor.

Lo primero que se nos ocurre pensar al preguntarnos qué significa ser valioso es: ¿para quién?. El significado que encontramos en el sentido económico del valor, la apreciación, la preferencia, nos hace preguntarnos lo mismo. Varios autores han respondido a esta pregunta diciendo que para todos, pretendiendo que los valores son absolutos y universales. El valor, según ellos, es una cualidad objetiva, real, que tienen las cosas, las situaciones, etc. El valor de una cosa no lo produce nuestra preferencia, sino que la preferimos ante otras porque es más valiosa que ellas.

Podemos, por otra parte responder a la pregunta valioso, ¿para quién?, delimitando quién o quiénes definen el valor de las cosas. Podemos considerar que algo es valioso para un individuo, para un grupo, para una cultura... En este caso, defendemos que los valores son relativos, que se originan en las preferencias individuales y en la evolución de las sociedades y las culturas.

Las investigaciones de los antropólogos sobre lo que se considera valioso en distintos pueblos parecen dar la razón a esta última postura. Los valores definen una jerarquía de preferencias, actúan como criterios de ordenación que indican a los miembros de una sociedad aquello por lo que merece la pena esforzarse y aquello que hay que evitar, lo que está bien y lo que está mal. Cada sociedad tiene su propia jerarquía de valores, y sus miembros suelen asumirla en su mayor parte gracias a la educación y a la presión social. Sin embargo, los valores de las sociedades pueden cambiar por distintos motivos: cambio de las condiciones geográficas, económicas y demográficas, contacto con otros pueblos y sociedades con valores diferentes...

ACTIVIDAD 2: Piensa en los valores que tú aceptas naturalmente y que no serían aceptados en otras culturas o momentos históricos.

Además de organizarse jerárquicamente, los valores se caracterizan por presentarse en pares de opuestos. A este fenómeno se le llama polaridad de los valores: a cada valor le corresponde un disvalor, éste no es más que la cualidad opuesta a la que define el valor. Si consideramos el valor de la lealtad, por ejemplo, encontraremos el disvalor asociado en la infidelidad; si consideramos el de la sinceridad, encontraremos el de la falsedad o el engaño. Mientras que el valor es una cualidad positiva, apreciada, el disvalor es una cualidad que consideramos negativa, inadecuada y opuesta al valor.

Hemos identificado a los valores -y disvalores- con los criterios que usamos para definir qué es lo bueno y lo malo, es decir, para decidir qué es aquello por lo que merece la pena actuar, y qué modo de actuar es el conveniente. ¿Son entonces los valores normas de actuación? ¿Son normas morales? Más que decir que los valores sean normas, podemos afirmar que detrás de cada norma moral hay uno o varios valores que la sustentan y justifican. Si consideramos el respeto como un valor, por ejemplo, de él se derivarán normas o mandatos de este estilo: sé respetuoso con los demás seres humanos y con el medio en que vives.

ACTIVIDAD 3: Piensa algunos pares valor-disvalor y discútelos con tu grupo de trabajo. Relaciona cada par valor-disvalor con las normas que pueden derivarse de los mismos.

ACTIVIDAD 4: Escribe una definición de norma moral y discútela con tu grupo.

Fuente: Ídem.
http://ficus.pntic.mec.es/~cprf0002/nos_hace/contenid.html

EXISTENCIA AUTÉNTICA

La aceptación de la responsabilidad ante el mundo es la clave para entender el problema de la libertad. A medida que nos desarrollamos biológica y psicológicamente adquirimos una mayor autonomía. Pero esta mayor autonomía nos expulsa del círculo protector de nuestra infancia. Desde el nacimiento seguimos un proceso continuo que nos separa de nuestro origen. Cuando nacemos no tenemos libertad de movimientos ni autonomía, no somos capaces de alimentarnos, limpiarnos o protegernos. Somos hijas e hijos nada más, nuestra identidad se confunde con la de la familia y ella responde por nosotros, nos cuida y nos protege.

Cuando crecemos, conquistamos, paso a paso, nuestra autonomía: aprendemos a andar, a comer, lo que es peligroso para nosotros, lo que nos conviene hacer; aprendemos a tomar decisiones y se nos pide rendir cuentas por las consecuencias de las mismas; adquirimos una identidad personal independiente de la de nuestra familia. En esta conquista se produce un doble proceso: disminuye nuestra dependencia y aumenta nuestra soledad.

Al aumentar nuestras capacidades personales, dejamos de sentirnos una parte indivisible del grupo. Esta conciencia de ser individuos separados de los demás, responsables ante ellos de nuestros actos y nuestra supervivencia, podemos sentirla como fuerza e independencia, pero también puede causarnos miedo e inseguridad. La obligación de tomar decisiones, la posibilidad de ser juzgado por ellas como sujeto de plena responsabilidad, puede llegar a ser aterradora para algunos individuos.

ACTIVIDAD 1: Analiza desde lo que acabas de leer las siguientes expresiones: "es lo normal", "todo el mundo lo hace", "yo no tengo por qué ser diferente".

La respuesta a este sentimiento doble de independencia y soledad, de responsabilidad y de miedo, varía de un individuo a otro. El individuo puede aceptar su independencia, su autonomía y, en consecuencia, su responsabilidad, y construir su propio modo de vida. Desde esta independencia, el individuo se dará cuenta de que necesita a los demás y de que se tiene que relacionar de un modo u otro con el mundo. Para satisfacer esta necesidad podrá tender puentes, crear relaciones con los demás individuos, tomando como base de las mismas la autonomía y la responsabilidad. Esta reacción ha sido calificada por algunos filósofos como existencia auténtica, ya que es la que corresponde mejor al modo de existir humano: estamos obligados a elegir un modo u otro de actuación, es decir, somos libres, en cierto sentido, queramos o no. Somos, también, responsables de nuestras elecciones queramos o no, y estas elecciones construyen nuestra identidad paso a paso.

ACTIVIDAD 2: Discute con tu grupo qué es lo fundamental para que podamos hablar de existencia auténtica. Podéis basaros en la consideración de varios ejemplos: ¿es auténtica la vida de una persona tradicional que ha escogido serlo?, ¿es auténtica la existencia de un miembro de una banda que se ha unido a la misma para estar integrado en un grupo?, ¿es auténtica la vida de una persona que decide cambiar de ciudad y de trabajo para librarse de un ambiente social que no le gusta?... Anota tus conclusiones para ponerlas en común con la clase entera.

Pero el individuo puede negar su autonomía para intentar enfrentarse al miedo y la soledad. Como la visión del mundo -los demás, la sociedad, la naturaleza- como algo separado de nosotros, grande y poderoso, produce desamparo y soledad, algunos individuos intentan recuperar los vínculos de dependencia que antes los protegían. Pero los vínculos familiares con los niños no se pueden reproducir entre el mundo y los individuos adultos. Se construyen entonces relaciones que sustituyan a estos vínculos, en las que destaca la dependencia de realidades externas al individuo y el intento de escapar de la responsabilidad que supone la libertad. El sometimiento acrítico de un adulto a cualquier tipo de autoridad, la integración en un partido totalitario o una secta, la explicación de nuestra conducta y el desarrollo de nuestra vida por medio de supersticiones, magia o predestinación, el refugio en las drogas o el alcohol, la despreocupación por el mundo que nos rodea, son síntomas de este tipo de dependencia. Esta reacción ha sido calificada como existencia inauténtica, mala conciencia o, simplemente, miedo a la libertad.

ACTIVIDAD 3: Analiza, junto con tu grupo de trabajo, algún fenómeno social o momento histórico en el que se de el miedo a la libertad (por ejemplo: el apoyo de los trabajadores alemanes al partido nazi, el consumismo, la evasión por las drogas o el alcohol).

Fuente: Ídem.
http://ficus.pntic.mec.es/~cprf0002/nos_hace/autentic.html

No hay comentarios: