lunes, 4 de agosto de 2008

LOS OBJETOS FAVORITOS EN LA ADULTEZ Y LA SENECTUD

- 177 - anales de psicología 1998, vol . 14, nº 2, 177-192 © Copyright 1998: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Murcia Murcia (España). ISSN: 0212-9728

Los objetos personales favoritos en la adultez y senectud. Una aproximación empírica

Nazario Yuste Rossell. Universidad de Almería. Ignacio González Almagro* Universidad de Murcia

Resumen: Sobre dos grupos de edad (348 adultos y 203 ancianos), y mediante un Cuestionario, basado en otro de Kamptner, Kayano y Peterson (1989), examinamos qué objetos se prefieren en la Infancia y Adolescencia, y cuáles actualmente; si estos cambian por circunstancias especiales, cuáles de los que se carece se desean, y qué sentimientos afloran ante su pérdida. Se busca mostrar, en una primera aproximación, si existe apego a los objetos, y su sentido e importancia a lo largo del ciclo vital humano. Los resultados manifiestan que ni el estado civil, localidad, o nivel cultural influyen; sin embargo aparecen diferencias de género en las preferencias infantiles y adolescentes, y también en las de los adultos y ancianos (coincidente con trabajos de Csikszentimihalyi y Rochberg-Halton, 1981; Sherman y Newman, 1977-78; Kamptner, Kayano y Peterson, 1989). Razones determinantes para preferir unos u otros objetos a lo largo del ciclo vital, son la edad, la cohorte generacional, el género y las influencias sociales.
La discusión focaliza futuras investigaciones en las que se considerarán aspectos transculturales, la superación o no de las diferencias de género (dada la actual androgenia), y si inciden las nuevas tecnologías en las futuras generaciones de adultos y ancianos.

Palabras clave: Objetos favoritos, apego, adultez, senectud, life-span, cohorte, género.

Title: The favorite personal objects in the Adulthood and Senility. An empiric approach.

Abstract: Concerning two age groups (348 adults and 303 senior citizens) and by means of a questionnaire based on one by Kamptner, Kayano and Peterson (1989), we examined what objects were preferred in infancy and adolescence and which are preferred now, if these change due to special circumstances, which of those now lacking are wanted and what feelings are perceived at their loss. It is intended to show, in a first approximation, if their exists an affinity for objects, and its meaning and importance during the whole human life cycle.

The results show that neither marital status, locality nor cultural level influence preferences, however differences do appear in the kind of favorite things preferred by children and adolescents, also in those preferred by adults and older people (coinciding with works by Csikszentimihalyi and Rochberg- Halton, 1981; Sherman and Newman, 1977-78; Kamptner, Kayano and Peterson, 1989). Main reasons in order to prefer one oject or another during the life-span are age, generation cohort, gender and social influences. The study focuses on future investigations in which transcultural aspects will be considered, the overcoming or not of gender differences (given the present androgeny) and whether new technology will affect future generations of adults and senior citizens.

Key words: Favorite objects, attachment, adulthood, age and senility, life-span, cohort, gender.
Introducción
Algunos precedentes
Con una perspectiva nueva y sugestiva vamos a abordar la importancia que las diversas posesiones, y más concretamente los objetos favoritos, pueden tener la siguiente: * Dirección para correspondencia: Ignacio González Almagro. Dpto. de Psicología Evolutiva y de la Educación. Universidad de Murcia. Campus de Espinardo (Edif. "Luis Vives"). Aptdo. correos 4021, 30080 Murcia (España).
Es un hecho comprobado la escasez de estudios psicológicos en este campo, a pesar del interés que ha venido mostrando la filosofía acerca de las cosas, especialmente el pensamiento existencialista.

Dentro de la psicología científica encontramos algún precedente en James (1890) y en Lersch (1962). El primero considera que el individuo tiene más de un yo. Y así distingue entre el “yo espiritual”, el “yo social” y el “yo material”; este último yo está constituido por la totalidad de posesiones materiales (entre las que incluye el propio cuerpo), propiedades, riqueza, dinero, etc. La alegría y la pena o depresión son las respectivas réplicas emocionales al incremento o reducción de las posesiones. El segundo autor sitúa la atención humana hacia las cosas, dentro de
178 Nazario Yuste Rossell e Ignacio Gonález Almagro anales de psicología, 1998, 14(2) las tendencias cognoscitivas y amorosas. El ser humano atiende a cuantos objetos le interesan, pero
especialmente a los de orden transcendente, como la Patria, la Naturaleza, el Arte, etc. El individuo busca el mundo como objeto de conocimiento, lo que origina sentimientos de asombro y de admiración. En la tendencia amatoria hacia los objetos se cumplen los mismos rasgos primordiales del amor al prójimo: “En el amor dirigido a lo extrahumano se descubre siempre, como lleno de sentido, algo con todo el peso de una realidad esencial… el mundo se le ofrece (al
hombre) como horizonte de sentido hacia el cual vive… nuestra existencia resulta (puede resultar) estimulada por la norma de que sólo tiene sentido un mundo en el que se halla el objeto amado”(Lersch, 1962, pp.237-238).

Otros investigadores han analizado la importancia de los objetos en las distintas etapas del desarrollo. Stevenson (1954) y Rochberg-Halton (1984) subrayan el papel de los objetos en los procesos de desarrollo del yo, especialmente en los primeros años de la vida. Csikszentimihalyi y Rochberg-Halton (1981), Lieberman y Tobin (1983) y Erikson, Erikson y Kivnick (1986) han investigado, en la etapa adulta, cómo las posesiones pueden cooperar al cultivo y mantenimiento del yo; y ya, en la senectud, pueden ayudar a recordar a los individuos quiénes han sido. En cuanto al análisis de la repercusión que tienen las posesiones en las diversas facetas de la adultez y vejez están los trabajos de Kamptner, Kayano y Peterson (1989). Las influencias sociales en la preferencia de las posesiones quedan reflejadas en los estudios de Irwin y Gebhard (1946) y de Hong y Townes (1976)

Los objetos a analizar en este trabajo
En primer lugar, nos centramos exclusivamente en los objetos físicos, materiales, independientemente de otras realidades vivas, como personas, animales o plantas. Estos objetos deben ser posesibles virtual o realmente. Es verdad que las personas pueden ser el mayor tesoro que posee el individuo; y así lo manifestaron algunos de nuestros encuestados, cuyas respuestas no se han tenido obviamente en cuenta.
El hecho de que las personas estén efectivamente influidas por sus seres queridos cuenta ya con muchos estudios; sin embargo, no abundan los que se refieren a la inclinación afectiva y de apego hacia los objetos.

En segundo lugar, nos referimos a los objetos materiales que son posesiones del ser humano. La
“posesión” implica una exclusividad, que ha logrado (o ganado) aquel individuo del cual es la cosa; una exclusividad que de manera más contundente o más pacífica, más solidaria o más egoísta, encierra un punto de competencia con los demás, para hacer que el objeto sea suyo, y no de otros, para usarlo él, y para conservarlo dentro de su esfera de poder. Hablamos de objetos personales cuando “son nuestros”, y resultan absolutamente intransferibles.

En tercer lugar, los objetos que nos ocupan, además de ser materiales y de ser nuestros, han de
tener una cierta significación para nosotros. Son objetos especiales, objetos preferidos entre otros, predilectos o favoritos, y que destacan entre las demás cosas de mi propiedad. Estos objetos se convierten en fin en sí mismos. Esta condición se traduce en una conducta de apego.

La conducta de apego
Se entiende por apego toda aquella “forma de conducta que consiste en que un individuo consigue o mantiene proximidad a otra persona diferenciada y preferentemente individual y que es considerada, en general, como más fuerte y/o más sabia” (Bowlby, 1979, p.157); “el rasgo esencial de la vinculación afectiva consiste en que los dos participantes tienden a permanecer en mutua proximidad. Si están apartados, cada uno de ellos buscará más pronto o más tarde al otro, restableciendo así la proximidad” (Idem, p. 92). Bowlby se ocupa, pues, del apego a las personas, que tiene un contenido social. A nosotros, sin embargo, nos interesa el apego a un contexto físico
o material.

Entre el apego social y el apego físico, no obstante, se dan las siguientes similitudes: a) Ambos aparecen como una tendencia natural del ser humano a establecer vínculos afectivos. b) Esta tendencia conduce hacia una conducta de proximidad. c) esta tendencia se da a lo largo de todo el ciclo vital, como señala Bowlby (“de la cuna a la sepultura”, Idem, p.157); y confirma Baltes: Los objetos personales favoritos en la adultez y senectud. Una aproximación empírica 179 anales de psicología, 1998, 14(2) "los comportamientos relacionados con el apego no se dan solamente en los primeros años de vida, dentro del contexto de las relaciones padre-hijo, sino que el apego puede desarrollarse en muchas ocasiones a lo largo del ciclo vital, como en la formación y transformación de las amistades del adolescente y de los adultos en sus marcos ocupacionales, como en ámbitos familiares como el matrimonio, el divorcio o un segundo matrimonio…”(Baltes, 1986, p.257).

d) La conducta de apego cumple una serie de funciones simbólicas.
e) En ambos se da la especificidad (se dirige hacia alguno o algunos objetos determinados) y la intervención de emociones, que surgen en la formación, mantenimiento, ruptura y renovación del apego.

Por otra parte, entre ambos tipos de apego podemos señalar también algunas divergencias: a) El apego físico es más cambiante que el apego a personas, y no tiene una función biológica, aunque no descarta buscar la seguridad, el gusto o placer, etc. b) Los hipotéticos períodos de sentimientos que se dan ante la pérdida de apego social, no suelen darse ante la pérdida del objeto físico. c)La diferente intensidad del apego con el paso del tiempo; así, los adultos parecen más contundentes, eficaces y prácticos a la hora de defender sus posesiones, que los niños. d) La condición de inerte del objeto físico no produce una relación afectiva circular como en el apego a personas, aunque pueda provocar emociones y reacciones.

Significación humana de las posesiones Parece ser que la característica de adueñarse y poseer un objeto material como “fin en sí mismo” es exclusiva del ser humano. El apego social con sus rasgos descritos en el ser humano, como “la ansiedad y protesta, desesperación y desorganización, desapego y reorganización son también la regla general en muchas otras especies…, como aves, mamíferos inferiores y primates”(Bowlby, 1986, p.74). Recordemos el caso de los monos rhesus (Harlow, 1961); el estudio de Lorenz (1965) con las crías de oca; la conducta de las ratas experimentalmente aisladas (Levine y Otis, 1958, citados por Monedero,
1986); cómo se esfuerza un chimpancé macho en despertar a su pareja muerta (Pollock, 1961, citado por Bowlby, 1986); o el cordero huérfano, que se apega al ser humano, y no mantiene, tras esto, ningún vínculo social con las ovejas (Bowlby, 1986).

También conocemos, no obstante, el apego de algunos animales a ciertos objetos, aunque aquellos son incapaces de toda simbolización (Vullemin, 1948), cuando en el simbolismo de los objetos estriba el interés de estos para el ser humano.

Variables mediadoras y condicionantes en la adquisición de objetos.
Las variables de mayor incidencia en esta adquisición, según muestran los autores estudiados, son el sexo, la personalidad, y la edad; aunque no hay que olvidar la mediación de otros resortes, como las estructuras sociales, la profesión, la capacidad económica, la disponibilidad de tiempo para el ocio, etc.

En relación al sexo, los estudios de Sherman y Newman (1977-78), de Csikszentimihalyi y Rochberg- Halton (1981) señalan algunas diferencias significativas entre los objetos preferidos por el chico, y los preferidos por la chica, así como los elegidos por los hombres maduros o viejos, y por las mujeres mayores o ancianas. Queda por precisar si estas diferencias son debidas al sexo, o más bien al contexto socio-cultural.

En cuanto a los factores de personalidad, Cohen y Clark (1984, pp.106-111) afirman que la tensión, esto es, la excitabilidad, inquietud y ansiedad, correlacionaban con el temprano apego a un objeto; mientras que la ausencia de ese apego temprano a algún objeto volvía a los sujetos insociables, solitarios o aferrados a sí mismos. Goldberg (1984, p.71) sostiene que quien goza de alguna posesión favorita en la infancia, es una persona con facilidad para establecer relaciones sociales, tanto en la adolescencia como en la adultez.

La tercera variable, la edad, es para nosotros de máximo interés. Los objetos favoritos pueden ir
cambiando con la edad, pero también su significado. Durante la infancia, el apego a un objeto parece estar condicionado por el desarrollo cognitivo y social. Wallon (1965) siempre ha defendido que el mundo del niño es preferentemente de personas, y no de cosas. El apego a los objetos es considerado como parte del desarrollo emocional, y su valor funcional es de ser sosegadores y tranquilizadores para el niño, en caso de ansiedad, inquietud, separación de la madre, etc. (Winnicott, 1953). En la infancia media sigue el 180 Nazario Yuste Rossell e Ignacio Gonález Almagro anales de psicología, 1998, 14(2) niño usando el mismo objeto de la primera infancia como un tranquilizador en caso de angustia o miedo, o en momentos de actividad (Sherman, Hertzing, Austrian y Shapiro, 1981). Durante la adolescencia, se necesitan cosas que ayuden a establecer la identidad personal, que faciliten el contacto con el medio ambiente, que posibiliten el desarrollo de las propias habilidades (instrumentos musicales, material deportivo, vehículos, etc.)(Csikszentimihalyi y Rochberg- Halton, 1981). Algunos objetos pueden, por ejemplo, compensar la separación de su familia (Horton, Louy y Coppolito, 1974). La privación de los objetos de valor, que Goffman (1961) denomina “pérdida del equipo de identidad”, puede degenerar en múltiples psicopatologías; o en conductas potencialmente desadaptativas (Sherman y Hertzig, 1983).

En la etapa de adultez y senectud, se da un cambio hacia los objetos que guardan una relación con personas concretas. Podemos clasificarlos en: 1) Objetos de contemplación, como los regalos de valor, las vajillas, las joyas simbólicas, objetos que hacen referencia a logros personales, objetos religiosos (Sherman y Newman,1977-78), con los que nos introducimos en el mundo de los recuerdos. 2) Objetos muebles, que simbolizan realidades sobre las que el sujeto deposita su interés, como es la mesa (antiguamente tan vinculada al sentido de la casa como “hogar”); la cama o lecho, especialmente el matrimonial, que llega a adquirir un carácter semisagrado
y exclusivo; y otros enseres vinculados a personas. 3) Objetos inmuebles, como las tierras, sobre todo cuando son heredadas; o la casa, que cumple los oficios de protección, identidad, comodidad y seguridad para las personas ancianas. Para Goethe, según se manifiesta en el Fausto, el hombre sin hogar está desnaturalizado.

Es lo que denunció Marías (1964, p.74) quien afirma que cuando se desequilibra el “estar” y el “pasar” a favor de este último, puede llevar, en la práctica, si falla el sentido de centro propio, a una situación de desarraigo. El ser humano “perdería todo apoyo si no tuviera un punto de referencia fijo al que se encuentran vinculados todos sus caminos, del que parten y al que retornan”… es la exigencia de un “centro del espacio vivencial” (Bollnow, 1969, p.117).

Funciones simbólicas de los objetos

Entre las funciones simbólicas principales que desempeñan las posesiones, podemos señalar las siguientes: a) La función utilitaria de los objetos es probablemente la más evidente. Es la dimensión de herramienta que tienen algunos objetos. La mayoría de las herramientas específicas (por ejemplo, el instrumental médico, o el código del abogado) se convierten en algo inherente al propio trabajo, por lo que no se pueden considerar como meros medios. b) Como reflejo de estructuras sociales y dominio social. En todas las culturas, protocolos o liturgias hay objetos que simbolizan el status social o el poder. Los bastones de mando, coronas, tiaras o ínfulas de todo tipo. Suelen ser objetos valiosos y/o antiguos, puesto que justifican el dominio o predominio social de unas personas sobre otras. c) Como fuente de motivación de afecto, que ayudan a satisfacer ciertas necesidades emocionales, como a superar la “ansiedad de separación” o que nos sirven de consuelo y compañía ante la melancolía, la añoranza o la soledad. Mientras que en el mundo social no podemos saldar nuestras necesidades emocionales cada vez que se nos antoje, los objetos sí pueden siempre satisfacer nuestros deseos y apetencias (Furby, 1978; Neal, 1985).

d) Objetos de dominio y control de uno mismo y del mundo, ya que proporcionan al individuo seguridad para controlar su medio ambiente (como, por ejemplo, las estampas para el torero). Esta seguridad puede ayudar al desarrollo del “yo” y del “no yo”, o del sentido de sí mismo; aunque también puede perjudicar al sujeto cuando se mueve en la esfera de los amuletos, los fetiches, objetos de suerte, etc., entre los que se hallan a veces objetos religiosos. “El fetichismo surge allí donde no es posible la aprehensión de la realidad como tal, es decir como un todo, a la cual nos sentimos instados” (Castilla del Pino, 1971, p. 79). De aquí las cantidades millonarias que se pagan en las subastas de objetos de los famosos. Aunque el fetiche existe en todas las culturas, sin embargo curiosamente no abunda su consideración como objeto favorito en las investigaciones realizadas (Kamptner et al., 1989).

e) Objetos de identificación personal o que permiten reconocer a la persona sólo a través del objeto significativo (el bastón de A. Gala, por ejemplo). También la identificación puede significar que el sujeto Los objetos personales favoritos en la adultez y senectud. Una aproximación empírica 181 anales de psicología, 1998, 14(2) tiende a parecerse a otra persona; pero cuando se trata de un objeto, el individuo tiende a identificar parte de su yo con dicho objeto. En ocasiones, estos objetos funcionan como reforzadores, evitando, en algunas ocasiones, la desorientación del sujeto. Así, para J. Kron (1983), las posesiones constituyen la fábrica de experiencia de una persona.

f) Objetos que definen el yo. Psicológicamente, el yo indica la realidad a la cual se refieren todos los hechos psíquicos (representaciones, pensamientos, conducta, etc.); todos ellos son míos, porque se refieren a una misma realidad, que es mi yo, es decir, la conciencia unitaria de sí mismo o self. El objeto, por su reiterada existencia relacionada con el sujeto, puede dar una idea del yo, de una forma más continua; él es parte de la historia del yo, que puede ayudar a recordar distintos aspectos del mismo.
g) Objetos como elementos del pasado. Como consecuencia de lo anterior, vemos que los objetos, sobre todo en la edad adulta y vejez, pueden funcionar como punto de apoyo que permite al sujeto decir “soy quien he sido siempre”(Lieberman y Tobin, 1983). A través de las posesiones, el sujeto puede percibir “materialmente” la continuidad del yo sobre el tiempo (Erikson et al., 1986). Butler y Lewis (1983) califican a las posesiones como “instantáneas del pasado”, que pueden generar recuerdos, sentimientos, etc.; o pueden servir también de unión con personas ya desaparecidas (Korelitz, 1986). El proceso de revisión de nuestras experiencias, propio de las últimas etapas del ciclo vital, es fundamental para dar sentido al yo (Marshall, 1980).

h) Objetos como elementos del futuro. Este significado comprende dos aspectos. El primero, se refiere a que las metas u objetivos que se plantea un individuo se encarnan en determinadas posesiones; así, éstas se hacen objetivo de la vida, y pueden también ser fundamento de vínculos y relaciones. Schudson (1986) interpreta los regalos, y su conservación, como la representación simbólica de las relaciones, y de los afectos con el otro. Los anillos matrimoniales simbolizan la unión entre personas, y conectan con un proyecto total de vida futura en común, y que se pretende, al menos originariamente, que sea vitalicio.

El segundo, se refiere a posesiones, cuya finalidad, es lograr, de algún modo, la supervivencia del propietario después de su muerte. Es el caso, por ejemplo, de esa carta para ser leída después de la muerte de su autor, donde aparecen los sentimientos que, según analiza detenidamente Unruh (1983), expresan aquellas personas que, después de morir, intentan seguir presentes en el recuerdo, gracias a las cosas, a través de cartas, testamentos, etc.
En síntesis, nos proponemos analizar los objetos o posesiones personales, y a la vez que sean favoritos o predilectos. Las variables principales a tener en cuenta son el sexo y la edad, ya que las otras variables, como el domicilio, el estado civil y el nivel de estudios no tienen incidencia alguna (como después veremos) en el favoritismo por unos u otros objetos. El propósito y objetivos de este estudio se centra, pues, en el análisis de las posesiones favoritas que las personas adultas y ancianas tienen en la actualidad; y, a la vez, indagar qué objetos predilectos y su significado tenían en las anteriores etapas de su infancia y de su adolescencia; y descubrir las hipotéticas diferencias o semejanzas entre los distintos grupos de edad respecto a las causas de dicha predilección.

Esta primera aproximación, inscrita en un marco psicológico descriptivo, trata de mostrar la existencia o no del apego a los objetos, y su sentido e importancia en la existencia humana. Esta importancia queda reflejada según el tiempo o momentos que el sujeto solía estar con los objetos favoritos durante su niñez, adolescencia, y en la actualidad. También analizamos si hay cambios de unos objetos por otros según determinadas circunstancias. Estas circunstancias a analizar son: 1) supuesto caso de incendio; 2) objetos que tranquilicen cuando se está inquieto o alterado; y 3) si tienen objetos que pueden traer suerte. Igualmente analizamos qué objetos de los que se carece, se desearía tener; y qué sentimientos afloran en las personas, en caso de pérdida del objeto favorito. Por último, queremos conocer si la elección de objetos viene determinada a través de influencias de otras personas.

Método
Participantes
Los sujetos participantes son 551, repartidos en dos grupos de edad. Uno que llamamos adultez (n=348, que supone el 63.16 % de la muestra total); y otro de senectud (n =203, que corresponde al otro 36.84 %).

En cada uno de estos dos grupos se establecen tres 182 Nazario Yuste Rossell e Ignacio Gonález Almagro anales de psicología, 1998, 14(2) intervalos de edad, lo que hace un total de seis: 34/44 años, 45/54 años, y 55/64 años para los adultos; y 65/74 años, 75/84 años, y 85 años o más para
los ancianos. Esta muestra ha sido elegida al azar; siendo más laborioso obtener representantes masculinos (más reacios a colaborar) que femeninos.

Igualmente hemos tenido más dificultades en la obtención de la muestra del grupo de ancianos. Las características generales de la muestra: 1) Según sexo: 310 femenino (56.26 %); y 241 masculino (43.74 %). 2) Por el lugar de residencia: 289 de la capital (52.45 %); y 262 de zonas rurales (47.55 %). 3) Según estado civil: 70 solteros (12.74 %); 360 casados (65.35 %); 102 viudos (18.45 %); y 19 separados (3.46 %). 4) Según estudios: 146 sin estudios (26.50 %); 227 con estudios primarios (41.19 %); 91 con estudios de bachillerato (16.51 %); y 87 con estudios universitarios (15.78 %). 4) Por razón de edad, que es lo que más interesa a nuestro enfoque evolutivo, y según la subdivisión de intervalos realizada, tenemos: a) Grupo de Adultos (n =348), adultez temprana (35 a 44 años) 131 sujetos (23.78 % del total, y el 37.64 % del grupo); adultez media (45 a 54 años) 124 sujetos (22.52 % del total, y el 35.63 % del grupo); adultez última (55 a 64 años) 93 sujetos (16.90 % del total, y el 26.73 % del grupo). B) Grupo de Senectud (n =203), presenectud (65 a 74 años) 101 sujetos (18.35 % del total, y el 49.75 % del grupo); vejez (74 a 84 años) 66 sujetos (11.80 % del total, y el 32.50 % del grupo); vejez última (85 años o más) 36 sujetos (6.55 % del total, y el 17.75 % del grupo).

Los sujetos viven principalmente en ubicaciones tanto urbanas como semiurbanas; y son heterogéneos con respecto a la clase social y al nivel de educación. Aunque no podemos hacer generalizaciones de nuestros hallazgos, ya que no es una muestra estrictamente representativa de la población nacional, sí podemos afirmar que esta muestra no es especial en sus características. Así, la participación de los ancianos es menor, no sólo por su mayor dificultad en la recogida de datos, sino también porque, a pesar de la creciente longevidad, siempre los adultos serán más numerosos. Algo parecido sucede respecto al estado civil, ya que aparecen un 65.35 % de casados, que es el estado más frecuente; y un 18.45 % de viudos, de los que un 28.73 % son varones, y un 55.17 % son ancianas. En cuanto al nivel de estudios, vemos que, según se asciende en las cotas de edad, van disminuyendo las personas con estudios universitarios, o con bachillerato, y van aumentando los que carecen totalmente de estudios, sobre todo en el sexo femenino; lo cual es totalmente congruente con la situación educativa y cultural de las generaciones mayores.

Procedimiento

Hemos utilizado un Cuestionario apto para ser autoadministrado, basado en otro ideado con parecidos propósitos por Kamptner et al. (1989). Este Cuestionario consta de siete apartados: 1) Datos personales (sexo, edad, estado civil, nivel de estudios y población). 2) Objetos preferidos que tuvieron en su infancia (lo que más le gustaba de ese objeto, cuándo estaba con él, si aún lo conserva, y si lamenta no conservarlo, y por qué) 3) Objetos favoritos que tuvieron durante su adolescencia (items parecidos a los de la infancia). 4) Posesiones favoritas actuales (qué objeto u objetos, cómo lo adquirió, por qué es especial, si lo usa o no frecuentemente, qué otras cosas le son especiales, y por qué). 5) Cambio de objetos favoritos según las circunstancias, como qué salvaría al producirse un incendio en su casa, qué objeto le tranquiliza en momentos de soledad o inquietud, cuál le aporta suerte, qué significan las herencias familiares, si hubo o no intercambio de objetos con ocasión de separarse de algún amigo. 6) Posesiones de las que carece y que desearía tener. 7) Qué sentimientos le producen y qué valor les da a los objetos favoritos perdidos.

El cuestionario fue autoadministrado por la mayor parte de los sujetos, excepto en un pequeño grupo de ancianos que prefirió que les fueran leídas las preguntas, y que las respuestas fueran escritas por el entrevistador entrenado. La duración dependió, en cada caso, de las dificultades de cada sujeto para leer y escribir. No fueron necesarias realizar aclaraciones importantes; y en todo momento se respetó tanto la colaboración de los sujetos como el responder o no a cada item.

Para poder analizar los resultados, recurrimos previamente a la clasificación de los posibles objetos favoritos. En esta clasificación aparecen 30 categorías de objetos, inspiradas (aunque adaptadas a nuestro entorno) en Kamptner et al. (1989), quienes se basaron, a su vez, en el estudio de Csikszentimihalyi Los objetos personales favoritos en la adultez y senectud. Una aproximación empírica 183 anales de psicología, 1998, 14(2) y Rochberg-Halton (1981). También adoptamos otra categorización de 14 posibles significados atribuidos a esos objetos. Una tercera categorización se refiere al factor tiempo, e indica no sólo cuánto o cuándo se usa el objeto, sino también cuánto lo conservó, y cuándo, o cómo, se obtuvo. Por último, establecimos un tipo de categorías sobre los sentimientos ante la posible pérdida del objeto; y otro referido a qué influencias se dieron en la adquisición de los mismos (Ver Tablas de Categorización en el Anexo I).

Hemos empleado el software estadístico SPSS, con el que hemos confeccionado las distintas Tablas, donde aparecen los porcentajes, las tendencias y la significación estadística, en su caso, de las distintas variables relacionadas.

Resultados
Las variables domicilio y el estado civil no muestran incidencia alguna en el favoritismo por unos u otros objetos. Algo similar ocurre con el nivel de estudios; parecía lógico, por ejemplo, que a mayor nivel cultural o de estudios, del primer intervalo de dad (35/44 años), con un índice importante de universitarios, motivara el apego hacia los libros; sin embargo, sólo hallamos un 3.73 % de sujetos en esta edad afectos a ellos; por contra, curiosamente, el mayor apego a los libros, con un 11.49 % de sujetos interesados en los mismos, se da en el grupo de los ancianos mayores, cuando solamente nos hallamos con siete universitarios en todos los intervalos de edad del grupo de viejos de la muestra, y con un alta tasa de individuos que carecen de todo tipo de estudios. Así la relación entre el nivel de estudios y elección de libros como objetos favoritos es muy baja (χ2 = 0.25; p = 0.6151) (Tabla 1). Se diría que, o los hombres de libros se cansan de éstos, o que en la vejez se goza de tranquilidad para leer, o que sólo se interesan por los libros aquellas personas que, a lo largo de la vida se vieron privadas de las mejores oportunidades para tratar con ellos.

Existencia real de posesiones favoritas
Casi el 90% de los sujetos confiesan tener, en la actualidad, posesiones preferidas, frente a un 10.16 % que no las reconocen (aquí incluimos también los que no contestan). Tanto en la adultez como en la ancianidad las personas viven apegadas a algún objeto; y aunque éste puede cambiar, este hecho aparece igualmente a lo largo del ciclo vital. Así ocurrió durante la infancia de los sujetos de nuestra muestra, como lo demuestra el hecho de que el 76.44% de los adultos encuestados, y el 62.07 % de los viejos afirmen haber sentido apego a alguna cosa concreta en aquella edad. Parecida situación se daba durante su adolescencia (88.22 % de los adultos, y el 79.31 % de los ancianos), con exclusión, en ambos grupos, de quienes lo niegan, quienes lo han olvidado y los que no contestan. Por otra parte, tanto los adultos como los ancianos lamentan haber perdido, en su caso, su objeto preferido durante su niñez (un 75.34 % de los adultos, y un 79.17 % de ancianos), como durante su adolescencia (69.34 % de adultos, y un 70.59 % de ancianos). Evidentemente existe el apego que hemos llamado físico, aunque el objeto preferido pueda ser distinto según edad o género.

En cuanto al tipo de objetos que fueron preferidos durante su infancia, la tendencia se escora hacia las muñecas en la muestra femenina (48.50 % de mujeres adultas, y 45.69 % de ancianas); y hacia los juguetes de acción, como pelotas, balones, bicicletas, cuando son los varones los encuestados (42.86 % de adultos, y el 37.93 % de ancianos). Estas diferencias de género son significativas (χ2 = 169.09; p < 0.01) (Tabla 2).
Respeto a los objetos preferidos en su adolescencia, aunque en principio persevera un curioso porcentaje de inclinación hacia los juguetes (13.30 % en ancianos, y un 6.25 % en adultos), los centros de interés se desplazan hacia la ropa, discos y gramófonos cuando son los adultos los que contestan; y hacia la ¿ropa y joyas cuando son los ancianos. Aquí también encontramos diferencias de género. Así las joyas y ropa son los objetos más favoritos para la mujer, mientras que para los varones son los objetos que exigen dinamismo o energía (χ2 = 121.66; p <>

184 Nazario Yuste Rossell e Ignacio Gonález Almagro anales de psicología, 1998, 14(2)
Tabla 1: Relación nivel de estudios / elección de libros
SUJETOS SIN ESTUDIOS n %
UNIVERSITARIOS n %
TOTALES n %
ELECCIÓN DE LIBROS 11 6,51 13 7,69 24 14,20
NO ELECCIÓN DE LIBROS 78 46,15 67 39,64 145 85,80
TOTALES 89 52,66 80 47,34 169 100,00
χ2 = 0,25 ; p = 0,6151
Tabla 2: Correlación género / juguetes infantiles
JUGUETES DE ACCIÓN n %
MUÑECAS n %
TOTAL n %
VARONES 107 36,27 1 0,34 108 36,61
HEMBRAS 37 12,54 150 50,85 157 63,39
TOTAL 144 48,81 151 51,19 295 100,00
χ2 = 169,09 ; p<0,01

En la edad adulta, el apego se orienta a otras realidades diferentes de las que tuvieron durante su infancia y su adolescencia. Los objetos que los adultos prefieren, en conjunto, son joyas, inmuebles y vehículos a motor. Dentro de esta nueva tendencia, aparecen nuevamente las diferencias significativas de género, ya que las joyas son esencialmente femeninas (36.08 % de mujeres, frente al 4.86 % de hombres); mientras que los vehículos e inmuebles son más bien preferencia de los hombres (χ2 = 75.56; p <>

Los objetos preferidos en la senectud siguen siendo las joyas, seguidas de los pequeños aparatos (cámaras fotográficas, televisores, etc.), ropa y prendas de vestir. Cuando se les pregunta sobre “otras posesiones especiales” o “qué salvaría de incendiársele su casa” aparecen en segundo lugar las fotografías. Estas, y los aparatos suponen los cambios de una mayor significación en el apego físico de adultos y ancianos.

Las diferencias de género nuevamente se dan (χ2 = 43.69; p <>

Tabla 3: Correlación género / objetos preferidos en la adolescencia
EQUIPOS DEPORTIVOS n %
JOYAS n %
ROPA n %
VEHÍCULOS n %
TOTALES n %
VARONES 28 12,17 6 2,61 18 7,83 32 13,91 84 36,52
HEMBRAS 0 0 80 34,78 59 25,65 7 3,04 146 63,48
TOTALES 28 12,17 86 37,39 77 33,48 39 16,96 230 100,00
χ2 = 121,66 ; p<0,01
Tabla 4: Correlación género / objetos preferidos en la adultez
INMUEBLES n %
JOYAS n %
OBJETOS RELIGIOSOS n %
VEHÍCULOS n %
TOTALES n %
VARONES 36 19,57 9 4,89 6 3,26 28 15,22 79 42,93
HEMBRAS 8 4,35 70 38,04 17 9,24 10 5,43 105 57,07
TOTALES 44 23,91 79 42,93 23 12,50 38 20,65 184 100,00
χ2 = 75,56 ; p<0,01
Los objetos personales favoritos en la adultez y senectud. Una aproximación empírica 185 anales de psicología, 1998, 14(2) Causas de la predilección por los objetos La causa y el significado que el objeto preferido cobra para el sujeto cambia radicalmente en las distintas fases del ciclo vital. Durante la infancia los objetos eran favoritos en primer lugar por las cualidades mismas de las cosas (suavidad, color, movimiento, etc.) (27.59 % de adultos; 22.17 % de ancianos), y en segundo lugar por suministrar experiencias divertidas (24.71 % de adultos, y 21.17 % de ancianos). Parecida tendencia encontramos durante la adolescencia, tanto de los adultos como de los ancianos. Las cualidades de los objetos, y las experiencias divertidas que estos proporcionan son razones muy significativas del apego físico tanto durante su niñez como durante su adolescencia de las personas mayores (χ2 = 464.76; p <>

Tabla 5: Correlación género / objetos preferidos en la senectud
FOTOGRAFÍAS n %
JOYAS n %
LIBROS n %
PEQUEÑOS APARATOS n %
ROPA n %
VEHÍCULOS n %
TOTALES n %
VARONES 2 1,65 8 6,61 10 8,26 10 8,26 5 4,13 12 9,92 47 38,92
HEMBRAS 12 9,92 35 28,93 1 0,83 8 6,61 17 14,05 1 0,83 74 61,16
TOTALES 14 11,57 43 15,54 11 9,09 18 14,88 22 18,18 13 10,74 121 100,00
χ2 = 43,69 ; p<0,01
Tabla 6: Correlación niñez y adolescencia / objetos preferidos
CUALIDAD n %
EX. DIVERTI n %
R. INTERPER n %
R. FAMILIA n %
TOTALES n %

NIÑEZ 141 15,97 130 14,72 13 1,47 13 1,47 297 33,64
ADOLESCENCIA 186 21,06 53 6,00 9 1,02 12 1,36 260 29,45
MAYORES 56 6,34 25 2,83 121 13,70 124 14,04 326 36,92
TOTALES 383 43,37 208 23,56 143 16,19 149 16,87 883 100,00
χ2 = 464,76 ; p<0,01
Estas razones contrastan palpablemente con las razones dadas para la predilección de los objetos durante la adultez y vejez. En la adultez, las cualidades intrínsecas de los objetos se quedan en un 11.21 %, mientras que cobran peso los objetos que implican recuerdos de familia (22.13 %), y recuerdos interpersonales (22.99 %). Entre los ancianos, las cualidades de las cosas, como causa de elección, descienden al 8.37 % de la muestra total de viejos; mientras que se da un 20.20 % de los objetos que implican recuerdos de personas concretas; y los que suponen recuerdos de familia alcanzan un 27.59 %.

Momentos en los que se suele estar con los objetos favoritos Un objeto no merecerá la denominación de favorito o predilecto, si por parte del sujeto no se tiende a estar, con cierta frecuencia, junto a él. Ante la pregunta de cuándo se estaba con los objetos favoritos durante su niñez, lo más significativo es la nula contestación a la opción “nunca” (0.57 % de adultos; y 0.99 % de ancianos), lo que da a entender que las personas no conciben estar radicalmente aisladas del objeto que sienten como preferido. Son importantes los porcentajes a favor de “a menudo” (22.41 % de adultos; y 17.73 % de ancianos), y nada despreciables los que contestan “siempre” (13.79 % de adultos; y 7.88 % de ancianos). La respuesta más abundante, y quizás la más natural, ha sido “a veces” (40.23 % de adultos; y 30.05 % de ancianos); aunque hay que tener en cuenta que en ella están acumuladas también (por simplificar las estadísticas) las elecciones vertidas a favor de “al dormir” y “al jugar”. Por otra parte, hay que tener presente la distancia en años con que, desde la adultez y la ancianidad sobre todo, se ve la niñez, al margen de otros posibles errores de memoria; además del alto porcentaje de los que no 186 Nazario Yuste Rossell e Ignacio Gonález Almagro anales de psicología, 1998, 14(2) contestan, y las que reconocen no recordar. Lo cual no sucede a la hora de encarar los objetos predilectos en la actualidad.

En cuanto al tiempo que se estaba durante la adolescencia, las cifras son similares a las anteriores, con las mismas precisiones. Sin embargo, durante la edad adulta y vejez cambia la tendencia; y el orden es: primero “siempre” (36.17 % de adultos; y 49.36 % de ancianos); en segundo lugar “a menudo” (29.43 % de adultos; y 25.64 % de ancianos); quedando en tercer lugar los que se limitan a tenerlo consigo “a veces” (27.66 % de adultos; y 19.23 % de viejos). El hecho de que sean ostensiblemente más mujeres que hombres quienes están siempre con el objeto, quizás se deba a las características de los propios objetos. No es lo mismo tener como favoritas las joyas o fotografías, que son fáciles de llevar consigo, que los vehículos o inmuebles, a pesar del apego que se tenga a éstos.

Cambio de objetos favoritos según las circunstancias
En este apartado tratamos de estudiar la hipótesis de que los objetos favoritos pueden cambiarse
por otros según las circunstancias. Estas circunstancias analizadas han sido: 1) supuesto caso de incendio; 2) objetos que tranquilicen cuando se está inquieto o alterado; 3) objetos que pueden traer suerte. 1) En el supuesto caso de incendio, se le pregunta al sujeto qué cinco objetos trataría de salvar. Las opciones mayoritarias tanto de los adultos como de los ancianos se refieren a las joyas, fotografías, dinero (cartillas de ahorro), y los pequeños aparatos, especialmente TV y radio. En quinto lugar aparecen los documentos estimados importantes en los adultos; y la ropa en los ancianos. En estos objetos se mezclan los relacionados con los afectos y con los que suponen un pragmatismo real. Quizás son los afectos y la acción los dos polos importantes para la mayoría de los seres humanos.

No obstante, los varones adultos salvarían, por este orden: documentos, dinero, joyas, fotografías y vehículos.

Los varones ancianos: dinero, documentos, fotografías, ropa y muebles. Todos estos objetos, salvo las fotografías, tienen un sentido útil y aprovechable, incluso las joyas.
Las mujeres adultas siguen este orden de preferencia: joyas, fotografías, dinero, ropa y pequeños aparatos.

Las ancianas: joyas, fotografías, ropa, dinero y objetos religiosos. En las razones de elección de objetos preferidos hallamos también aquí una diferencia significativa de género (χ2 = 19.41; p <>

2) En cuanto a la predilección de objetos que tranquilicen cuando se halla alterado o triste; o incluso que le acompañen cuando se encuentra solo, la respuesta mayoritaria (40.52 % de adultos, y 39.41 % de ancianos) no manifiesta tener objetos de estas características.

Parece que ante la inquietud, la tristeza o la soledad son las personas y no los objetos las que más
pueden apoyar. No obstante, un porcentaje del 16.09 % de adultos, y un 22.17 % de ancianos sí que afirman que la radio y la televisión sirven para “acompañar”. Las demás preferencias con algo de peso son, en adultos y de modo parecido en ancianos, los libros (7.47 % y 5.42 % respectivamente), las fotografías (5.17 % y 9.35 %), los objetos religiosos (4.60 % y 4.43 %), y también los discos (8.33 % y 3.94 %). Todos estos objetos son cosas con las que uno puede solazarse, abstraerse, incluso dialogar y compenetrarse, y por tanto serenarse sin que nadie lo estime impropio, o lo juzgue como una anormalidad.

Tabla 7: Correlación género / razón de elección de objetos preferidos
AFECTOS n %
UTILIDAD n %
TOTALES n %
VARONES 62 15,27 93 22,91 155 38,18
HEMBRAS 158 38,92 93 22,91 251 61,82
TOTALES 220 54,19 186 45,81 406 100,00
χ2 = 19,41 ; p< 0,01
Los objetos personales favoritos en la adultez y senectud. Una aproximación empírica 187 anales de psicología, 1998, 14(2)

3) A la cuestión de los objetos que pueden traer suerte, tanto adultos (71.84 %) como ancianos (66.01 %) responden mayoritariamente que no existen para ellos tales objetos; algunos de ellos son contundentes, y añaden que no creen en esas cosas. Sólo al referirse a los objetos religiosos, aparece alrededor de un 10 %, sobre todo, de mujeres, que afirman que dichos objetos le traen suerte. Quizás algunos confunden la providencia con el azar.

Objetos de los que se carece y que se desearían tener Tratamos de saber qué objetos desean las personas mayores, cuando carecen de ellos. Los datos reflejan en general que no se da este deseo. El 35.63 % de los adultos, y el 33 % de los ancianos niegan haber codiciado, envidiado, o deseado simplemente, alguna propiedad de su hermano/a. Si se tiene en cuenta los que no contestan y los que no recuerdan, tenemos un 20.39 % de adultos, y hasta un 28.08 % de ancianos que carecen de tal apetencia. Al preguntar por el deseo de propiedad de hermanos de distinto sexo al suyo propio, nos parece muy significativo que lo que más deseen las mujeres adultas sean los juguetes de los hermanos (10.82 %); y que los varones adultos deseen la ropa de sus hermanos (5.84 %); lo que indica que son personas que, en sus objetos de niñez, estuvieron condicionados por influjos sociales, que entonces no pudieron romper. El deseo por las joyas de sus hermanos/as que aparece en los ancianos, lo justifican ellos mismos, mayoritariamente, sobre la base de los recuerdos familiares e interpersonales.

Los sujetos encuestados no añoran, en general, objetos que, aunque pudieron tenerse, no se tienen. Lo que contrasta con el sentimiento de pesar que, generalizadamente, mostraban aquellas personas que no conservaban sus cosas favoritas de su infancia y de su adolescencia. Lo que se puede interpretar como que se añoran los objetos que, en su día, estaban plenos de sentido para el sujeto, y por eso le eran favoritos; y no aquellos otros que carecían de significado personal.
Sentimientos de pérdida
Tratamos de observar cómo se reacciona ante una eventual pérdida de algún objeto, y hasta qué
punto el sentimiento de apego subsiste pese a ello.

Los resultados nos ponen de manifiesto que ante la pérdida de un objeto apreciado, la gran mayoría de sujetos siente algún tipo de conmoción por ello, ya que sólo el 0.86 % de los adultos, y el 2.45 % de ancianos reconocen no soportar ninguna impresión especial. Entre la gama de sentimientos por la pérdida, aparece la pena, tristeza o amargura (37.07 % de adultos, y un 39.90 % de ancianos) por un lado, y la resignación por otro (35.63 % de adultos, y un 32.51 % de ancianos). La resignación no es indiferencia; es sujetarse uno voluntariamente a sufrir una cosa por la cual se siente alguna repugnancia; tal conducta sólo elude la desesperación al aceptar un hecho inevitable.

Esta actitud es frecuente en la vida de las personas mayores, en especial ante la desaparición de seres queridos; quizás por una educación muy vinculada al estoicismo y al cristianismo. De aquí la influencia de tipo sociológico. Así se explica que queden amortiguadas o diluidas otras reacciones más primarias, como el enfado o la agresividad (8. 91 % de adultos; y 6.40 % de ancianos), y la desesperación (8.05 % y 10.84 % respectivamente).

Respecto a los objetos perdidos, aquellos que más interesaría seguir conservando son las joyas, tanto a los adultos como a los ancianos; aunque hay un mayor porcentaje a favor de las mujeres (43.81 % de adultas; y 30.47 % de ancianas) respecto a los hombres (11.04 % de adultos; y 13.79 % de ancianas). La razón es evidente, ya que las joyas atesoran una gran gama de vida afectiva, y de recuerdos importantes.

Influencias que determinan la preferencia del sujeto por sus cosas

De las opciones ofertadas para esta cuestión, distintos sujetos han reconocido estar influidos por más de una. Estas influencias reconocidas son importantes.

La educación (15.55 % de adultos; y 7. 39 % de ancianos) aparece con un relativo peso; lo que indica que bastantes personas (más en los adultos) son conscientes de que su personalidad ha sido conformada de una determinada manera. De todos modos, tanto adultos como ancianos muestran que la mayor inducción se debe a la familia (27. 88 % y 38. 92 % respectivamente). Vuelve a ponerse delante la importancia decisiva de la familia en nuestro país. Sería interesante
se investigara más concretamente cómo va evolucionando nuestro sistema familiar, y cuál es su
188 Nazario Yuste Rossell e Ignacio Gonález Almagro anales de psicología, 1998, 14(2) peso real en los individuos de cualquier etapa del ciclo vital. Por último, el segundo porcentaje en importancia (24.13 5 y 22.66 % respectivamente) se refiere a los que niegan estar influídos por alguien en su toma de decisiones, es decir, que se reconocen absolutamente autosuficientes.

Discusión - Conclusiones
En el diseño de este trabajo empírico tratamos de averiguar si, entre las personas adultas, y también entre las ancianas, existen objetos predilectos y por qué tienen tal condición; de modo que el apego físico es una realidad que no sólo se da durante la infancia o adolescencia, sino a través de todo el ciclo vital; y que existe una relación entre la actitud de apego, la edad y el sexo. No obstante, estos resultados obtenidos no pretenden ni pueden sin más generalizarse, ya que la muestra es limitada y realizada al azar; pero sí hemos visto cómo se dan unas tendencias que en sí mismas deben ser consideradas, y tener presentes para otras investigaciones futuras que delimiten más estos resultados que son fundamentalmente descriptivos y que sometemos a su discusión.

En la adultez y senectud, las personas se interesan, profundamente, por aquellos objetos, de ahora o de otras época anteriores, que se relacionan, sobre todo, con recuerdos y vivencias personales. Existe una continuidad, a través del ciclo vital, de objetos favoritos, lo que confirma, desde el ángulo opuesto, la declaración de Cohen y Clark (1984) de que la falta de vínculos con algún objeto, en las primeras etapas de la vida, puede dar como resultado un posterior divorcio con la sociedad. No obstante hay que significar que es difícil ver la niñez, por su distancia, desde la adultez y, sobre todo, desde la ancianidad; al margen de los posibles errores de memoria de nuestros encuestados.

Los significados adscritos a los objetos muestran, para adultos y viejos, las asociaciones interpersonales y familiares principalmente; lo que confirma que su favoritismo se inclina hacia aquellos objetos que tienen resonancias intersubjetivas. Esto viene a confirmar la revelación de Csikszentimihalyi y Rochberg- Halton (1981) en el sentido de que no hay posesiones favoritas si dichas posesiones se muestran desprovistas de lazos interpersonales estrechos. Hay que señalar que aparecen otras razones, como la utilidad y las cualidades del objeto, que vienen a confirmar los cambios evolutivos; es decir, que mientras durante la infancia y adolescencia los objetos interesan por sus cualidades y por sus experiencias divertidas; sin embargo, durante la adultez y senectud surge la razón de utilidad y valor del objeto, sin olvidar la carga afectiva que puedan llevar dichos objetos. Esta carga afectiva del objeto favorito es un sentimiento arraigado, lo que demuestra que las asociaciones familiares y las interpersonales se hacen más importantes con la edad. Esta confirmación fue ya apreciada por Kamptner et al. (1989). También nuestro estudio es coincidente, con el de estos autores citados, en lo que se refiere a objetos que acarrean alguna índole de fortuna. Esta no llega, al parecer, a convertirles en tales objetos, pues mayoritariamente no se admiten objetos que den suerte. Por otra parte, el llamado “valor” que se le da a un objeto puede variar en función de la publicidad comercial de los mass media.

En cuanto a los objetos tranquilizadores o que proporciona compañía, nuestros resultados son ligeramente inferiores (un 55.54 %) a los obtenidos por Kamptner et al. (1989)(casi un setenta por ciento).

En estos autores aparecen en primer lugar los objetos personales, cuando en nuestro estudio, éstos resultan casi inexistentes.

Hay objetos que resultan más importantes para ciertos grupos de edad que para otros por el efecto cohorte. Por ejemplo, los objetos musicales, o los vehículos, aparecen con distinto peso en la adolescencia de las personas adultas, que en la de las ancianas (lo que coincide también con los autores anteriormente citados). Hay que precisar también que el apego, medido en tiempo, no vale igual para unos objetos, como una joya que puede estar siempre con el sujeto, que para otros, como cuando se trata de un vehículo o de un bien inmueble.

Las claras diferencias de género han quedado patentes en las preferencias no sólo infantiles, y adolescentes, sino también en las que actualmente tienen los adultos y ancianos. Aunque estas diferencias resultan muy representativas, somos conscientes de que en el desarrollo personal pueden estar presentes otros esquemas o estereotipos sociales que determinen la adhesión a uno u otro objeto favorito.

La importancia y el significado que los objetos favoritos tienen para la persona no sólo son consecuencia del género, edad y cohorte, sino también del Los objetos personales favoritos en la adultez y senectud. Una aproximación empírica 189 anales de psicología, 1998, 14(2) momento evolutivo, según su maduración, nivel cognoscitivo y de las tareas psicosociales impuestas por la sociedad. Así en la elección que el niño realiza por la suavidad o contacto agradable que le proporciona el objeto, también hay que significar el grado de percepción del niño, y su dificultad para internalizar la realidad. Stevenson (1954) y Rochberg-Halton (1984) ya señalaron el papel de los objetos en los procesos evolutivos del self, sobre todo en la primera infancia. También durante la adolescencia, la mujer puede preferir objetos que le afiancen su proceso de autonomía y el sentido del self femenino (ropa, joyas…); mientras que el varón adolescente tiende a los objetos que le identifiquen más con su self masculino.

Las características de la edad adulta y de la vejez pueden orientar la dirección a determinados objetos; así Rochberg-Halton (1984), Erikson et al. (1986) mostraron que, en la edad adulta, las posesiones contribuyen a desarrollar y a mantener el yo, al mismo tiempo que, sobre todo en la ancianidad, facilita a los individuos la memoria de quiénes han sido.

El interés de este estudio, siguiendo a Kamptner et al. (1989) lo podemos resumir en dos puntos. Uno está en complementar de una manera algo sugestiva y nada compleja el conocimiento común sobre el desarrollo psicológico del ser humano. Otro, en explorar cómo los objetos dibujan patrones del curso vital, y su continuidad, de forma que para el individuo funcionan como indicadores silenciosos, o recordatorios, de la historia personal de su vida.

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Los objetos personales favoritos en la adultez y senectud. Una aproximación empírica 191 anales de psicología, 1998, 14(2)

Anexo I: Relación de categorías utilizadas
A OBJETOS
A01 Osos de peluche
A02 Muñecas
A03 Almohadas / Mantas
A04 Libros / Material escolar
A05 Ropa: sombreros, bolsos, camisetas,…
A06 Juguetes infantiles: bicicletas, pelotas, trenes, soldaditos, comecocos, mecanos,…
A07 Equipos deportivos: equipaciones, raquetas,…
A08 Vehículos móviles: ciclomotores, automóviles,…
A09 Discos, tocadiscos y cassettes / Instrumentos musicales
A10 Fotografías / Postales
A11 Objetos de memorias: diarios, anuarios, cartas,…
A12 Realizaciones personales: premios, trofeos,…
A13 Muebles / Antigüedades
A14 Inmuebles: casas, fincas,…
A15 Joyas: anillos, pendientes, pulseras,…
A16 Artículos religiosos: Biblia, Rosario, medallas,…
A17 Colecciones: sellos, monedas, cromos, miniaturas,…
A18 Pequeños aparatos: Cámaras, radios, TV, máquina de escribir,…
A19 Documentos importantes: escrituras, contratos, testamentos,…
A20 Dinero, hucha o cartilla de ahorro
A21 Obras de arte: cuadros, porcelana, cerámica,…
A22 Cosas de uso personal: perfume, estuche de aseo,…
A23 Comida
A24 Flores
A25 Herramientas
A26 Otros
A27 No tiene o No quiere
A28 Sí tiene
A29 No recuerda
A30 No contesta
B SIGNIFICADOS
B01 Recuerdos de familia
B02 Recuerdos interpersonales
B03 Personificación
B04 Asociaciones culturales, religiosas, deportivas.
B05 Experiencias divertidas
B06 Cualidades intrínsecas de los objetos
B07 Valor utilitario
B08 Valor personal
B09 Seguridad
192 Nazario Yuste Rossell e Ignacio Gonález Almagro
anales de psicología, 1998, 14(2)
B10 Comodidad
B11 Única posesión
B12 Sin significado
B13 Otras
B14 No contesta
C MOMENTOS
C05 Siempre está con el objeto
C06 A menudo está con el objeto
C07 A veces está con el objeto
C08 Nunca está con el objeto
C11 No contesta
C12 No recuerda
D SENTIMIENTOS DE PÉRDIDA HACIA LOS OBJETOS
D01 Pena / Tristeza / Amargura
D02 Desesperación
D03 Agresividad / Enfado
D04 Resignación
D05 Sin ningún sentimiento especial
D06 Otros
D07 No contesta
E INFLUENCIAS EN LA PREFERENCIA RESPECTO A LOS OBJETOS
E01 De la familia
E02 De la educación
E03 De la sociedad en general
E04 De los amigos
E05 Sin influencia
E06 No contesta

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